lunes, 5 de septiembre de 2011

Música y Libros

Para mí va todo unido.

Muchas veces he comentado que necesito escuchar música mientras escribo, sobre todo cuando se trata de escenas destacadas. ¿Por qué? Muy sencillo, os propongo algo: leed esto, es el prólogo de Al llegar la noche, el primer libro de la saga Licos pero hacedlo dándole al "play" en el video. No os preocupéis no tiene imagenes que os distraiga, solo dejáos llevar por la música mientras leeis...




AL LLEGAR AL NOCHE , Jezz Burning

Prólogo
Una mezcla de tierra, sangre y agua formaba el man­to sobre el que reposaban los cuerpos inertes y sin vida de aquellos que habían luchado con ferocidad, pero que habían caído bajo la superioridad del bando contrario. Torsos desnudos y con el pecho destrozado, abierto hasta mostrar las vísceras, cubrían el campo de batalla. El único sonido que podía apreciarse era el de la torrencial lluvia que seguía con su incesante repiqueteo, como si, ni siquiera el cielo, quisiera ser testigo de la terrible matanza, y deseara eliminar con ella el abominable panorama de destrucción.
Sólo uno de los derrotados seguía con vida.
Había sido sujetado fuertemente por las muñecas con sendas cadenas para evitar que atacara a los que tiraban de su cuerpo. Encadenado, lo arrastraron hasta donde se encontraba el jefe de los vencedores. Gritó de dolor al sentir cómo sus captores le pisoteaban con saña para mantenerlo en aquella humillante posición.
Con los cabellos cubiertos de viscoso lodo y el rostro manchado y demudado por el odio, levantó el mentón para clavar su dorada mirada en los ojos grises del que, hasta hacía poco, había sido su amigo. Jamás le daría la satisfacción de mostrarse sumiso, ni ante él ni an­te nadie.
—Has cometido la peor falta que puede cometerse contra los de tu propia especie. Incluso la muerte sería un castigo demasiado benevolente.
—¿Y qué harás? ¿Azotarme? —preguntó con una sonrisa irónica y una negra ceja arqueada sobre aquellos ojos del color del oro—. Otros ya lo intentaron antes que tú.
—Jamás volverás a pisar estas tierras. Serás desterra­do para siempre. ¡Lleváoslo!
Dos pares de manos acudieron prestas a cumplir las órdenes, lo sujetaron por los codos y lo levantaron con fuerza del suelo.
—¡No podrás impedirme volver! ¡Te estaré vigilan­do! ¿Me oyes, Lycaon? ¡Jamás te librarás de mí!
El estallido de un colosal trueno le despertó jadeando de la agonizante pesadilla que le consumía el descanso.
Levantó su mano derecha y la sostuvo en el aire durante unos segundos. Las marcas y heridas hacía siglos que habían desaparecido. Observó el lugar donde debería descansar su anillo, sin encontrarlo.
Desde aquel terrible día, su amuleto había dejado de protegerle. Lo había perdido y con él, toda esperanza de poder volver a ser dueño de sí mismo. Sólo tenía la certeza de que nadie lo había encontrado todavía. Si así hubiera sido, sin duda lo hubiera sabido, pero el dictamen del que le había vencido en la lucha le impedía regresar a buscarlo.
Curvó los dedos y los cerró formando un puño que apretó con vehemencia. El desprecio que sentía en las entrañas le hacía arder la sangre.
Rugió furibundo y sus ojos chispearon con el fuego de la ira, envolviendo el dorado iris con una aureola de un rojo intenso. Su cuerpo comenzó a cambiar dando paso a su otra naturaleza, una mucho más poderosa y mortífera. No lo impidió. Lo deseaba. Deseaba que aquella parte oscura y terrible se adueñara de él y lanzó la cabeza hacia atrás aullando enérgicamente, proclamando así su dolor y su rabia.

3 comentarios:

Nekane dijo...

Vaya cuanta razón tienes, me tendrás que decir que música es para ponérmela mientras leo tus libros , que por cierto están encargados los 3 primeros de la saga , espero que me lleguen entre hoy y mañana un besote guapa

Nekane dijo...

hay calla si lo pone , luego lo busco que despiste el mio jjajajjaj

Yolanda Quiralte dijo...

La leche, es genial esta mùsica para tus novelas. Muchos besis