Desde mi cómodo sillón veo el devenir de una nueva ilusión ajena a mi y me conmuevo. Son tantas las noches salpicadas de palabras, tantas las emociones que juegan traviesas con la respiración. Son cada vez menos los miedos que provocan la duda y la misma cantidad de sonrisas que niegan razones.
Desde esta pequeña ventana al mundo, veo el verde de la esperanza y el azul alegre de las risas. Observo, no sin cierta envidia amistosa, el renacer de sentimientos que se antojaban olvidados en las aguas malditas de un futuro defendido por otros y que, ahora, se burlan risueños mirándoles a los ojos.
Veo aquel nerviosismo adolescente que creían no volver a padecer. El frotar incesante de manos frente al reloj. La urgencia del pasar de los días, sabiendo que llegados a un punto se deseará, irremediablemente, la detención del tiempo. Contemplo la resolución de problemas que aún no se han planteado.
Siento los cruces de miradas que no existen. Puedo casi oír las promesas no manifestadas…Y, degusto el sabor del primer beso, acunado entre latidos, que desborda el alma.
Con todo mi cariño, para Alex y Javier.
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