miércoles, 6 de junio de 2007

Ya viene el calorcito

Y con él todo lo que conlleva.

Los días más largos, las noches más cortas, más tráfico de dos ruedas en la ciudad, los niños más energicos que nunca, el sol, los piojos, el turismo, los planes, las cañitas en las terrazas, el camping, las flores, la playa, la montaña, el deporte, excursiones. Se termina el colegio y tendrás a tus hijos correteando desaforados poniendo patas arriba la casa que pretendes mantener limpia y ordenada. Te vas a la peluquería para hacerte el modelito que lucirás este año. Toca cuidarse la piel para prepararla para el sol y comenzar el régimen para lucir bikini. El cambio de ropa de los armarios, guardar la abrigada y sacar los tirantes y los "palabra de honor". Piensas en guardar unos días para la limpieza general y la pintura de la casa. Cuentas los días que quedan para la paga extra. Cuentas los días que quedan para las rebajas de verano. Cuentas los días que quedan para esa vacaciones que has planeado durante casi todo el año.

En definitiva, un despliegue expectacular y calculado, sin pararte a pensar en que probablemente, a mitad de esos días de agosto que habías reservado para descansar estarás hasta el gorro de todo porque no será tal y como lo habías imaginado. No obstante, eso no te librará de pasar la depresión post-vacacional ¡Ja! ¿Qué te habías creído?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jezz, amor, el via crucis de las mamás trabajadoras consiste en: estress pre-vacaciones (¿dónde coloco al niño?), tedio/locura/agobio periodo vacacional (¡que se lleven al niño -y al padre, ya puestos-!) y la consabida depresión post-vacacional (de vuelta al trabajo ¡echo de menos al niño!)... así las cosas...¡¡¡no quiero niño!!! ¡¡¡no quiero marido!!! ¡¡¡no quiero vacaciones si no son en una isla desierta, lejos de todos y de todo!!! si no es así, mejor me quedo como estoy, que más vale bueno conocido que malo por conocer...
Besos
Hat