miércoles, 23 de mayo de 2007

La insoportable levedad del ser

No, no voy a hablar de la obra de Kundera, ni siquiera de la película de Kaufman. Pero he querido titular esta entrada así, porque realmente la decisión de mi vecina al tomarme como confidente casual, pudo no haber sucedido, pero sucedió, y desde luego, fue insoportable.

Andaba yo sacando los bártulos de limpieza de mi casa, para cumplir con mis deberes comunitarios, y preguntándome que clase de locura temporal me atacó cuando quedé extasiada al ver la magnífica entrada en la primera visita al piso que pretendía comprar, cuando una de mis vecinas de rellano, se materializó ante mí. Encorvada como estaba, en posición de coger el asa del cubo, no tuve tiempo de reaccionar y esquivar el encontronazo.

Habría sido mejor si me hubiera pillado segundos antes, saliendo, pues podría haber simulado que mi marido me llamaba para algo y así evitar el indeseado encuentro. O tampoco hubiera estado mal, haber sido más rápida de reflejos y mandarla escaleras abajo poniendo como excusa que se me había caído una lentilla y no quería que la pisara. Una lástima. Pero en realidad lo que pasó por mi mente en ese momento, fue la recreación de una imagen en la que agarraba el asa del cubo y le daba con la base de éste en todos los morros…, lógicamente para luego pedirle disculpas: <<-Ya sabe… los actos reflejos es lo que tienen, son incontrolables. Salió usted tan silenciosamente… me asustó y…>>

No obstante, lo que hice fue mirarla. Craso error, pues debió pensar “el que calla otorga”, interpretando mi silencio erróneamente y usándolo como excusa para tratar de comenzar un diálogo.

-Te toca ¿no?
-Sí, la portería.
-Pues anda que te la pasaron bien -Encogimiento de hombros por mi parte-. Para mí que ni la hizo –añadió acompañando las palabras con un gesto hacia la puerta cerrada junto a mi.

Decir cualquier cosa hubiera sido como abrir la caja de Pandora, algo a lo que no estaba dispuesta, así que opté de nuevo por el socorrido encogimiento de hombros y agarré cubo, fregona, escoba, recogedor, trapo y limpiacristales, y enfilé escaleras abajo en pos de iniciar mi “labor humanitaria”.

Una vez en la planta baja, dejé las cosas donde siempre acostumbro y sin soltar el cepillo, me dirigí hacia lo más profundo de la entrada. ¡Dios, aquello estaba que daba asco! ¡Hasta bolsas transparentes reposaban tranquilamente sobre el piso! Si no fuera porque sabía perfectamente el fuerte viento que había soplado durante toda la semana, y que arrastraba la basura al interior con cada apertura de puerta, me inclinaría a dar cierta credibilidad al reciente comentario de la “curiosa”.

Mientras barría, oía a la misma señora atarearse con la planta superior del edificio. El demonio que siempre acompaña los pensamientos humanos, apareció a mi lado: <<-Es una buena forma de asegurarse que tú sí limpias la portería>> A lo que el angelito rebatió: <<-No seas mal pensada, sólo cumple con su obligación. Le toca limpiar el rellano, tú le pasaste la chapa el lunes pasado ¿recuerdas?>>

Más o menos cuando iba por la mitad del fregoteo, una vez todo barrido y limpio espejo, cristales, puertas, focos e interruptores, noté no sin cierto regocijo, que ya no la oía, y apreté el ritmo con la intención de acabar y volver a la intimidad de mi casa.

Contenta y cumplida ya para con la comunidad, recogí de nuevo los trastos y subía los primero escalones cuando el sonido de una puerta al cerrarse, cayó sobre mí como una pesada losa de sepultura. El ruido de esa puerta es inconfundible. Suspirando y tratando de aceptar mi desdichado destino, seguí ascendiendo hasta encontrarme de nuevo con ella a medio camino.

-Es que el lunes pasado, vi la chapa colgando de tu pomo, y cuando bajé estaba todo lleno de polvo.
-Pues mira no sé, la verdad es que yo no me fijo en ese tipo de cosas. Allá cada una con su conciencia –contesté, y esquivándola traté de seguir mi camino.
-Es que ya está bien. Le pregunté a una de las de abajo si ella estaba, y me dijo que sí.
-No, ella no estaba (vive a mi lado).
-Pero su hija sí. Así que tuvo que ser la niña.
-Es igual, mira, a mi me da lo mismo. De todas formas hay que hacerlo, y esté más sucio o menos, hay que limpiarlo igual.
-Pues a mi no me da igual.
-Pues a mi sí, y total la que limpia después de ella soy yo.
-Sí, pero es que luego la gente habla.
-Pues sinceramente, a mi no me importa. Tengo otras cosas a las que dedicar mi atención –es indudable que ella no las tiene pues asegura tener un cuadrante donde anota qué días nos toca a cada una la limpieza del rellano y portería -. Y como digo, esté más o menos sucio hay que limpiarlo igual. El ejercicio es el mismo.
-Pues a mi me da rabia –insistió.
-Pues a mi no, y si no te importa tengo un poco de prisa y otras cosas que hacer.
-Es que la otra chica, la que vivía en tu piso antes que tú, también tenía el mismo problema con ella, por eso se peleaban. Un día incluso le mostró que no había limpiado pasando el dedo por la barandilla…
-Mira, lo que haga o no haga, me trae sin cuidado, prefiero preocuparme por lo que hago yo. Más de una debería hacer lo mismo ¿no te parece? -Y sin darle oportunidad a que volviera a abrir la boca seguí subiendo.

Y vosotros diréis, ¿y a qué viene todo esto? Pues en realidad, a una pregunta que últimamente me hago repetidamente: ¿qué ganamos con la crítica vecinal gratuita? Según los médicos es sanísimo, debe ser para el que la practica, porque desde luego, para el oyente es un suplicio, sobre todo si le importa un bledo el tema a tratar. ¿Criticar es síndrome de una vida carente de otros alicientes? Por la experiencia vivida, creo que posiblemente. ¿O en realidad es una forma de reafirmar nuestra autoestima? Sea como sea, lo que está claro es, que uno de los signos más relevantes e identificativos de la “maruja” española, es el despelleje.

3 comentarios:

Violeta J. dijo...

Mmmm!! Teneis que limpiar el piso por turnos?? Oyeee, no es mala idea!! Pero claro, siempre está la lista que se salta el turno a la torera. Y segun has contado, la cotilla de turno, que todo lo comenta, ja ja. Animoo!! La proxima vez dejate llevar por tus instintos y dale fuerte con el cubo!!!!
Yo en realidad hubiese tomado la opción de las lentillas o poner pies en polvorosa, ja ja... Menos mal que no vivo en un piso.
Saludos:
Violeta

Anónimo dijo...

¡Por la Virgen de Montserrat! Mari Jezz del alma mía, ¿estas tú, completamente segura, que esa tu vecina, no iba algo embriagadilla de más? Lo digo porque algunas marujas a falta de "arreglos menesterosos pa' el cuerpo" solemos meterles unos viajes a los botes atrapapolvos que no veas. Además es una falacia tremenda lo de decir que lo hacemos a mala leche y demás, que va, que va, única y exclusivamente lo hacemos con afán de servicio público y sin maldad alguna. Unas "güenazas" eso es lo que somos.
Justo también es reconocer que ante esta problematica que la vida te ha presentado has sabido quedar como una reina, calladita y modosa. Ondia lo hipermegafashion que te estoy imaginando en plan Matrix, soltando sopapos con el trapo y golpetazos con el palo la fregona.
Que "gonico" el ejemplo marujil pa' colocar a esas mentes difusas de neuronas insufribles en su justo lugar. Dejalas que disfruten a sus anchas en ese estercolero que van creando con sus propias voces.
Ains niña, que las críticas te dejen de piedra marmólea, "usease" impasible, que tú vales mucho y eso no hay quien lo discuta.
Besos
Ana

TN Hawke dijo...

Por desgracia yo también tengo una vecina igual de cotilla, así que en cierta forma te comprendo. Aunque yo solo tenga que soportarla cuando coincidimos cada mañana en el ascensor o en el rellano.
Pero lo de limpiar el patio por turnos... no me convence, ¿porqué no contratar entre todos los vecinos a alguien y ahorrarse la molestia?
Si tuviera que soportar como tú soportas semejante incordio todas las mañanas acabaría opando por lanzarle el cubo a la dama en cuestión, o bien dar un par de gritos potentes al estilo mi madre....

Paciencia y mucha suerte.