Ayer terminé de leer un libro por segunda vez. Digo por segunda pues ya lo había leído antes, hace muchísimos años, tantos (más de veinte) que apenas si recordaba detalles y sólo la idea general había quedado en mi memoria. Y este hecho, no deja de ser significativo por algo en particular.
Veréis, este libro (no puedo decir cual es, lo siento pero pertenece a secreto de sumario jajaja) me ha durado esta vez un solo día. Vosotros diréis: ¡pues vaya tontería, yo he leído un libro en un día, cientos de veces! Sí, yo también, pero no es este el detalle importante. El hecho es que aun habiendo sido una lectura para rememorar y anotar detalles y aspectos ambientales, lo he disfrutado tanto que me pareció un grave insulto pasado a su creador y por mi parte, el no haberlo hecho la primera vez que lo leí.
Siempre he pensado que hay formas y formas de leer.
La primera vez que tuve esta obra en mis manos fue a causa de la obligación. Durante mis años de estudiante y en la asignatura de Humanistica, recuerdo que uno de los trabajos a presentar era precisamente el comentario de textos, opinión y un breve estudio de los personajes de este libro. Por eso fue que lo leí, pero ¿lo disfruté? Claramente no y exactamente igual que ha ocurrido con otros ejemplares impuestos por Lengua Castellana o Catalana. Sin duda, si me hubiera emocionado, si hubiera sentido esa picazón en los dedos, esa ansia por degustar cada una de las palabras escritas, lo recordaría como recuerdo por ejemplo El ocho, Beltenebros, El Tragaluz, Orgullo y Prejuicio, El Testamento de Judas, etc, obras que han sido devoradas por el simple placer de leer.
Todo esto me lleva a preguntarme, ¿realmente la obligación fomenta la lectura? El resultado real y fehaciente obtenido ayer noche cuando di por finalizada la obra, me dice que no. Cada vez pienso con más asiduidad, que para experimentar por primera vez la gozosa inquietud que empuja a escoger un nuevo libro después de leído el anterior, es necesaria la gratificante sensación que deja la lectura de una buena historia y, por lo tanto, la intervención de la suerte el día en que elegiste el primer libro. El resto de necesidades inherentes a la lectura, van apareciendo después y hacen de esta actividad, el mejor y más enriquecedor pasatiempo.
2 comentarios:
Te entiendo; yo he pasado por eso antes. Lo recuerdo cuando tenía 15 años y me obligaron a leer Un mundo feliz de Aldous Huxley; lo leí en un día (el anterior al examen, se entiende) y con más mala leche que otra cosa. Y el tema no era malo, ni mucho menos, pero que te obliguen a leer, uff, eso me parece lo último, en serio. Nos ha pasado a más de uno, repito, y no creo que fomente la lectura, para nada; hay que atraer al lector no imponerle nada desde criterios generalizados: este libro es bueno porque lo dice La Real Academia de la Lengua; a mí me importa un rábano lo que opinen los académicos de ese digno lugar. Yo escojo; es un derecho constitucional como ciudadano: la libertad de escoger y de equivocarte. Pero por desgracia, todavía hoy te exigen que leas a determinados autores porque son "indispensables" en la biblioteca de cualquier estudiante. Yo no lo veo así; hay un tiempo para cada cosa; un día me levantaré (no sé muy bien cuándo) con ganas de volver a leer Un mundo feliz y lo disfrutaré porque yo lo he elegido. Y si no me gusta, lo disfrutaré igual porque yo lo he elegido. En estos tiempos que corren, con el hábito de lectura tan amenazado por otras formas de ocio, imponer un libro es una actitud suicida.
No se puede fomentar la lectura de clásicos simplemente obligando a los alumnos a leerlos. Antes de ello, hay que hacer que éstos aprendan a amar sus clásicos.
Al menos eso pienso, también he pasado por ello xD.
Besetes, preciosa.
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