lunes, 9 de julio de 2007

Pregunta con respuesta

No hace mucho, en la red se ha planteado una cuestión que ha despertado mi interés y que me ha llevado a hacerme pregunta tras pregunta. Y el tema va sobre la auto-publicidad de las autoras españolas.

Como ya expuse, soy de la opinión de que la mejor publicidad de una autora es su propio trabajo; su libro. No obstante, y como también comenté, las lectoras castello-parlantes han hecho un enorme trabajo para hacerse oír por las editoriales y reclamar, entre otras cosas, calidad del papel y traducciones, portadas menos escandalosas, etc… y también, historias escritas directamente en nuestro idioma, o lo que es lo mismo, autoras españolas.

Sin lugar a dudas ahora las tenemos, sólo por eso las lectoras nos merecemos un fuerte aplauso. Sin embargo, por mi andadura en la red, y supongo que mis compañeras autoras serán de la misma opinión ya que todas compartimos esta faceta virtual, se sigue hablando y nombrando reiteradamente a las autoras anglosajonas o americanas (conste que lo entiendo, yo misma soy fan de varias de ellas), olvidando que España fue también pionera en el género tiempo atrás.

En respuesta a esto, también se comentaba que quizá el problema residía en que las lectoras españolas no estaban acostumbradas al hecho de que “existimos”. Es posible que tenga su parte de razón, aunque también creo que hay otras personas que sí son muy conscientes de nuestra humanidad y de la que nos rodea.

Este, y no otro, es el motivo por el que queda fuera de toda consideración esa auto-publicidad.

De todos modos contestaré que: Sí lo somos, con todo lo que eso conlleva. Además hay que añadir al saco que somos “novatas” en esto, y que venimos de hogares humildes, de familias normales, que nuestra vida es como la de cualquiera; trabajamos por necesidad, cogemos el transporte público como cualquier hijo de vecino, tenemos días buenos y otros en los que nos levantamos con el pie izquierdo… En definitiva, nuestro día a día no ha variado prácticamente en nada.

Aún así, como todo en esta vida, la notoriedad es algo que hace que nos sintamos halagados. ¿Quién no disfruta cuando recibe felicitaciones por su trabajo? Sería de desagradecidos e hipócritas decir lo contrario. Lo que nos hace diferentes a cada persona es en realidad el aprendizaje que extraemos de cada experiencia, destacar en un ámbito, cualquiera que sea, también trae consigo la otra cara de la moneda o el lado menos amable del camino que se pretende recorrer.

En este, el caso que nos atañe, serían las críticas. Particularmente, siempre he tratado de leerlas poniéndome en la piel del que la realiza. Esté o no esté de acuerdo con lo que opine he intentado en la medida de lo posible buscar qué ha motivado su explicación y, en el caso de reconocer su razón, poner empeño en enmendarlo. Pero también, y al igual que mis otras compañeras, he recibido otro tipo de críticas que nada tenían que ver con lo profesional y sí con lo personal, algo que comprendo pues el rencor es otro de los sentimientos que forma parte de ese gran compendio de emociones que nos hace ser como somos. Yo incluida.

No voy a hacer un estudio sobre las relaciones humanas, para eso ya tenemos a los especialistas en la materia. Tampoco una declaración de intenciones a lo Jerry Maguire. Sólo diré que hasta ahora hemos trabajo mucho y hemos conseguido nuestro objetivo: hacernos oír. Pero obtenida la recompensa se nos olvida algo importante, que lo hemos conseguido porque tenemos algo en común.

Cuántas no hemos contestado alguna vez a aquella eterna pregunta de: ¿por qué te gusta la novela romántica? Y las respuestas van desde: porque me encantan los finales felices, porque disfruto con una lectura ligera que me evada de la rutina diaria, porque ya tenemos suficientes desgracias en la vida real… Todas, en cierto grado, van a parar a lo mismo: el deseo de leer una historia que nos haga felices, que nos arranque una sonrisa, que nos produzca un sentimiento agradable, de imaginar un mundo donde siempre gane la verdad, la bondad y el amor.

Sin embargo, todo esto se ve empañado por las rivalidades públicas o disfrazadas pero sí absurdas, que lo único que consiguen es restarnos seriedad, fuerza y convicción, a todas (autoras y lectoras) frente al gran público, y por lo tanto a aquellos a los que pretendemos enseñar a que se nos preste la atención merecida y durante tanto tiempo reclamada. No voy a exponerlas, creo que aquellas que se quieran ver reflejadas lo harán sin necesidad de que las mencione.

Algunas me tacharán de idealista y resoplarán, otras de botarate y reirán, otras muchas tratarán de imaginar qué me motivó a escribir toda esta diatriba e incluso se permitirán el sano ejercicio del cotilleo, y otras, mis más allegadas, pensarán que me he vuelto majara.

En cualquier caso, no creo que el motivo sea importante. Quizá sólo es uno de esos días en los que me da por darle vueltas al alma más de lo buenamente recomendable y mañana, cuando vuelva a leerlo, me aliste al segundo de los grupos que he mencionado. Sea como sea, lo que sí es cierto es que se nos otorgó un cerebro para pensar y un corazón para sentir: que cada uno saque sus propias conclusiones.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tras leer este sesudo análisis (viniendo de tí no se podía esperar menos), no puedo hacer otra cosa salvo darte la razón. Y no, no es por "colegueo" ni nada parecido, es porque simplemente la situación es tal y como la describes.
A veces, sobre todo las que no somos ni novatas, nos preguntamos ¿valdrá la pena lo que hago? ¿servirá de algo? Escribir no es algo que se haga de hoy para mañana, conlleva mucho esfuerzo, dedicación, horas quitadas a muchas otras cosas, familia, sueño, etc. Pero a la gente se le olvida. Es mucho más fácil poner a *parir* a la autora de turno que molestarse en ser honesta y decir, mira, no me ha gustado esto, esto y esto. También es verdad que uno tiene que escribir lo que le salga de las tripas y no dejarse condicionar por las opiniones de los demás en exceso.
Esta muy bien lo que se ha conseguido, pero aún nos queda mucho camino por recorrer y mal que nos pese, este es un país de envidias. No quiero entrar en extremismos (dios me libre porque estoy muy en contra de ellos), pero por lo que una ve en la red, al autor/a o se le encumbra o se le desprecia. Ambas cosas son injustas cuando no son verdaderas y por mucho que nos pese, este "mundillo" está montado así.
Espero de corazón equivocarme, pero tengo la sensación que en cuanto pase este "bluf" mediático de la publicación de las autoras españolas, todo volverá a ser como antes. Nos hacemos un flaco favor si no somos capaces de levantar una sóla voz comedida y juiciosa que no cientos de ellas, banales, rencorosas y que en nada nos ayuda.
Besos
Ana

Anónimo dijo...

No puedo estar más de acuerdo tanto contigo Jezz como con Ana, no pienso alargarme sólo decir que es necesaria coherencia y un minimo de objetividad, no siempre es posible lo sé, pero con actitudes "varias" no se consigue absolutamente nada, más que sigan metiendonos en el paquete donde hemos estado metidas siempre.

Anónimo dijo...

Querida Jezz,
Aunque hace meses que aterricé en el mundo de la novela romántica, y lo hice por partida doble: como autora y lectora, todavía sigo sin entender algunos de los mecanismos que mueven este particular universo, apasionante y lleno de contradicciones. Al principio quedé fascinada por el poder de las lectoras, tan involucradas ellas, tan defensoras de los suyo, con una iniciativa y una voluntad desbordante para hacerse oír, para luchar por dignificar un género injustamente infravalorado. Mejores ediciones, traducciones cuidadas… autoras españolas… Pensé que era una suerte debutar en un entorno así, que me iba a sentir muy respaldada y apoyada. Y así fue en muchos casos. Como consumidoras exigentes y expertas en la materia, también me encontré con críticas constructivas, con opiniones acertadas y bienintencionadas que me ayudan a crecer como narradora… Pero también he de decir que hay cierto prejuicio por todo lo romántico con denominación de origen español. Y algunas opiniones rozaban la mala fe.

No me malinterpretes. Estoy muy agradecida por el apoyo recibido. Si no hubiera esa demanda de autoras españolas, probablemente mi editora no se hubiera interesado por mi novela y yo no habría publicado. Pero también es cierto que hay voces que, sin leer la novela no le dan una oportunidad y deciden que no vale la pena por transcurrir en España con personajes que son de aquí. Eso en mi caso. Si la autora en cuestión sigue un género exportado de colegas anglosajonas y lo desarrolla de forma brillante no faltan las voces que apuntan falta de originalidad. ¿Por qué nos juzgamos (las españolas) con tanta ligereza? ¿Por qué somos tan exigentes con nosotras mismas y nos cuesta reconocer que hay buena literatura romántica made in Spain? Tú señalas algunas respuestas. A mí me gustaría añadir que el éxito de una, es el éxito de todas. Y que si abrimos bien la puerta, muchas otras autoras (ahora en la sombra) entrarán por ella.

Empecé mi incursión en la lectura de romántica precisamente con las españolas. Sentía curiosidad, quería saber qué se estaba escribiendo aquí, qué temas tocaban otras escritoras de este género. Al caer la noche fue el primero, y he de decir (tú ya lo sabes) que disfruté mucho. A las pocas páginas la historia me sedujo y me dejé arrastrar por los protagonistas, olvidando mi intención de análisis y sumergiéndome en el placer de la lectura. La dama y el dragón también me encantó, y así constaté que el nivel era muy alto pero que cada una tenía su espacio. Después vinieron otras autoras de fuera y, como lectora, creo sinceramente que estas dos novelas no tienen nada que envidiar a las foráneas.

Dicho esto, creo que como autoras lo mejor es centrarse en la escritura y no dar importancia a las críticas destructivas. Es difícil hacerse autopublicidad sin parecer pretenciosa. Un autor debe situarse por encima de su obra y no tomarse las opiniones ajenas de forma personal. Es el precio de estar expuestas. También hay que entender que no se puede gustar a todo el mundo… Hace poco un amigo me definió al autor como “una persona que, con más o menos talento, ha hinchado su ego hasta el punto de creer que sus fantasías merecen ser multiplicadas por el editor y han de interesar a todo el mundo…”
Evidentemente no es así… Tampoco hay que apelar a la injusticia si no se consigue el reconocimiento esperado y tener la suficiente humildad para aceptar que quizá se podía haber hecho mejor. Me lo digo a mí misma. Forma parte de nuestro trabajo y de nuestro compromiso por distraer, emocionar o arrancar sonrisas a quienes nos leen (algo que tú has conseguido con nota).

Jezz, gracias por defender tan bien este género, con tu obra y con tus palabras, y por amparar el buen hacer de las autoras españolas. Mil gracias también por el apoyo que me has brindado de una forma tan amable y cariñosa siempre. Gracias de corazón. Ya sabes que cuentas con mi admiración!
Un beso fuerte y tomo nota de lo del cafelillo cuando quieras…
Esther S.

Frank Quasar dijo...

Vaya por delante que el género romántico no es mi favorito, aunque he leído varias novelas tanto de autoras nacionales como giris (leo de todo, un vicio como otro cualquiera) y me parece estupendo que estén de moda y se vendan más y mejor que nunca. Lo importante es que la gente lea, libros a ser posible, no importa el género.

Quiero aportar mi granito de arena al tema, haciendo tres puntualizaciones sobre si es o no correcto que un autor auto-promocione su obra.

Lo primero que quiero señalar es que no es lo mismo anunciar o dar a conocer el lanzamiento de nuestra propia novela (lo que no debería molestar a nadie, especialmente cuando uno es primerizo y la editorial no lo hace por nosotros) que alabarla y decir que es una obra maestra, al estilo de esos políticos desvergonzados que elogian sin rubor su propia gestión. Lo primero es tan legítimo y lógico como impresentable y de mal gusto lo otro.

Lo segundo, que la cuestión de si hay que promocionar algo no es opinable en el mundo que vivimos. La oferta cultural (y de cualquier otro tipo) es tan AMPLIA que no hay alternativa: o te publicitas o no existes, así de sencillo... y si no lo hace nadie, tienes que hacerlo tú, claro.

Y tercero... ¡Ejem! No hay tercero, es que... ¡una enumeración de menos de tres no queda seria!
(Y hay que tomarse la vida con un poco de sentido del humor)

Un saludo!